Por Juan Danell Sánchez
El capital humano es esencial para el desarrollo de toda economía y, en consecuencia, de la sociedad en su conjunto. De él depende el estatus de los países en el concierto global de las naciones, puesto que una empresa para crecer necesita de mano de obra con los más altos estándares de capacitación y profesionalización, y para lograrlos es imprescindible que los trabajadores tengan una alimentación, salud, educación y preparación para el trabajo de la mejor calidad para que puedan aprovechar en plenitud sus capacidades físico-mentales, y que ello se traduzca en el crecimiento de los países.
Lo anterior se desprende de la conceptualización que de este tema hacen organismos internacionales como: el Banco Mundial (BM), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), las Naciones Unidas (ONU) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT), y que han insistido durante la última década en la necesidad de que los gobiernos y Estados aumenten la inversión pública y privada para elevar la calidad de vida de las personas, puesto que ello permitirá proveer al mercado laboral con fuerza de trabajo mucho más eficaz y eficiente para incorporarse a los avances y vanguardias tecnológicas de los procesos productivos.
En este contexto, se debe mencionar que la pandemia por Covid-19 no sólo sacudió la economía global y potenció la crisis económica y financiera por la que atravesaba el mundo antes de la emergencia sanitaria, sino que también sacó a flote y evidenció lo que dichos organismos advirtieron desde hace una década: la problemática que causa el rezago en la formación de capital humano frente al vertiginoso desarrollo de la tecnología en los procesos productivos y, fundamentalmente, en lo digital y la inteligencia artificial, es decir, agudiza las crisis globales.
Aunque se debe mencionar que en estos sectores se observó un giro sin precedente: las sociedades avanzaron en ocho meses, prácticamente, lo que no hicieron, tal vez, en los últimos 10 años y, sin embargo, el atraso y asimetría entre los países industrializados y los que están en vías de desarrollo, en el tema del capital humano ahora es más evidente y crítico por las fuertes presiones que ejercen en los gobiernos y Estados del orbe los efectos de la pandemia, como desempleo, cierre de empresas y contracción de los mercados.
En el caso de México, Armando Zúñiga Salinas, presidente de Coparmex-CDMX, precisa que como país “hemos tenido un crecimiento muy lento en los últimos 30 años y aún se mantiene casi la mitad de la población con ingresos inferiores a la línea de pobreza (ingresos de 1.8 dólares diarios). Si bien hemos avanzado en indicadores como reducir la mortandad infantil, ampliar la cobertura de salud, mejorar el rezago educativo, se han tenido decisiones que limitan la modernización del sistema educativo y adopción de tecnologías.
“La educación es fundamental, pero tuvimos un preocupante retroceso en una de las reformas estructurales más importantes para el país, que se logró en la pasada administración. En otra de las reformas, como la energética, actualmente se están cancelando contratos en energías limpias, donde tenemos un gran potencial y se están creando proyectos que apuestan por energías contaminantes y no renovables.
“Mientras no se tenga una agenda clara para avanzar hacia estos temas de mejorar la competitividad del país considerando un mercado mundial, difícilmente se podrán cuantificar tiempos y niveles de inversión, para escalar niveles en los rankings de competitividad digital, facilidad de hacer negocios y climas para invertir, que son utilizados por inversionistas y desarrolladores de negocios”.
En el Human Capital Project-October 2020, el Banco Mundial recomienda que para asegurar el progreso continuo y superar los desafíos desatados por el Covid-19, los países deben construir sistemas de salud pública fuertes y resilientes, avanzar hacia la protección social universal, impulsar el rendimiento del aprendizaje, especialmente en la primera infancia, y mejorar la empleabilidad, la productividad y las condiciones laborales.
En este orden de ideas, con base en información del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi, julio de 2020), Armando Zúñiga comenta que en los Censos Económicos 2019, los resultados definitivos revelan que sólo se capacitó el 2.4% del personal de las microempresas (entre una a 10 personas); 28.8% del personal de las pymes (entre 11 y 250 personas), y 59% del personal de las empresas grandes (más de 250 personas).
Sin embargo, explica, la rotación de personal es mayor en las empresas grandes. Las empresas micro tuvieron una tasa de rotación del 14.6%, mientras que la de las empresas grandes fue del 29.4%. Así que las grandes empresas asumen el costo de capacitar a más de la mitad de su personal y aceptar que muy probablemente la abandone una de cada dos personas que se capacitaron en esa empresa. Por lo cual también se tiene que asumir una cultura de cuidado de su personal para mejorar la lealtad de los colaboradores.
A la pregunta ¿De qué magnitud es el impacto en el crecimiento y estabilidad de las empresas, en cuanto al rezago existente en capital humano, respecto a los avances tecnológicos con que operan?, contestó:
“Se han tomado decisiones que inhiben el clima de negocios y las inversiones productivas que generan empleos y bienestar para las familias. Lamentablemente, la crisis sanitaria actual nos mostró los rezagos, pero también nos brinda oportunidades de la educación a distancia, nuevas formas de aprendizaje con el uso de tecnologías de la información, así como redescubrir las transacciones y el comercio electrónicos. Es un tema en el que los gobiernos, tanto federal como estatales y locales, deben destinar fondos para invertir en creación de plataformas digitales y brindar capacitación.
“Sin embargo, lejos de alentarlas, las inhiben con aplicación de impuestos. Además, con la cancelación de fideicomisos de los centros de investigación se reducen las opciones de financiación para generar tecnología y conocimiento. Varios proyectos fueron financiados entre el sector privado y el científico y tuvieron éxito, sin embargo, falta mucha inversión en el sector tecnológico”.
Con indicadores estadísticos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), bien vale hacer un recuento de la historia inmediata sobre estos rezagos que presenta México: por ejemplo, en 2017 el gasto en salud fue 2.8% del PIB, el más bajo del promedio regional latinoamericano de 3.8%. En asistencia social gastó 1.1% del PIB, y también fue el más bajo respecto a la media de la región, que fue de 1.5%. Sólo en educación se colocó en la inversión más alta con 4.9% del PIB, contra 4.8% de la región. Aunque las estadísticas precisan que en nuestro país la pobreza de aprendizaje es preocupante, ya que 43% de los niños de 10 años no puede leer y comprender un texto sencillo al finalizar la escuela primaria y la matrícula bruta de preprimaria es de 74 por ciento.
Y esto, se podría decir, es un botón de muestra del estado que guarda la formación de capital humano en México, con esa realidad el país tendrá que enfrentar un año 2021 poco alentador, debido al trauma pandémico y al lastre histórico que lo engrilla a una plantilla laboral proscrita del desarrollo mundial.
[pdf id=1947]